lunes, 19 de julio de 2010

Ora et, si tienes curro, labora

POSIBILIDADES

La última monserga que se oye desde el púlpito es que hemos vivido, oh, pecadores, ‘por encima de nuestras posibilidades’. Eso dicen de sus respectivos electorados los primeros ministros europeos, desde Londres a Atenas. Pero, por ceñirnos al Reino de España, a mí me no me queda claro quiénes hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Por ejemplo, Amancio Ortega, el dueño de Zara, ¿ha vivido por encima de sus posibilidades? Según me he informado, el valor de sus empresas anda en torno a los 25 mil millones de euros. A mí por lo menos no me llega para imaginar cómo se puede vivir ‘por encima’ de eso. Y donde digo Ortega digo los más de ciento cincuenta mil españolitos que, según las estadísticas, se han hecho millonarios en euros. Si han conseguido vivir por encima de sus posibilidades, ¡qué cabrones!

O bien, hurgando en el otro extremo, los habitantes de La Rosilla, capital del chabolismo madrileño, ¿han vivido por encima de sus posibilidades? Quizá sea yo el que no entiende qué quiere decir aquí ‘posibilidades’, pero si hay algo que parece claro con independencia de su sentido exacto es que decir eso de Amancio Ortega resulta un poco aventurado y decirlo de los habitantes de La Rosilla, una pelotudez. Bueno, si ninguno de ellos ha vivido exactamente por encima de sus posibilidades, no todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, al final, esto se va a parecer a los chistes de Gila: alguien ha vivido por encima de sus posibilidades...

En todo caso, y para prevenir que eso pueda volver a ocurrir en el futuro, nuestros gobernantes harían bien en decirnos cuáles son exactamente nuestras posibilidades, de modo que podamos, por un lado, atenernos a ellas y, por otro, conocer sin hacernos vanas ilusiones cuáles son los planes reales que el capitalismo ha establecido serenamente para nosotros.

De algunas posibilidades equivocadas ya nos vamos dando cuenta: todos creíamos que el capitalismo era ese sistema en que, a cambio de esfuerzo, iniciativa, trabajo y no sé qué más, todo el mundo (sin exagerar) podría comprarse una casa de más de 30 metros cuadrados, un coche mono y disfrutar de una semana de vacaciones en un tourist resort del Yucatán. Cuando uno piensa en esas posibilidades se da cuenta enseguida de a qué se refieren los premieres europeos. ¿Comprar una casa? Sí, si te decides a endeudarte de por vida y, con probabilidad, dejar a tus hijos en herencia no una vivienda, sino una hipoteca. Es más: cuando el capitalismo ha ofrecido una casa en propiedad hasta al más humilde y marginado de sus ciudadanos, cuando eso parecía posible, ha saltado la banca. Eso es imposible, facilitar la propiedad a los indigentes es la mismísima causa de la quiebra del sistema, han explicado los economistas bajo el epígrafe de ‘hipotecas sub-prime’.

¿Coche? Claro, para ir a trabajar. De forma que tendrás que trabajar perpetuamente para pagarte el coche que te has comparado para trabajar. ¿Vacaciones? ¿Quiere usted decir ocio remunerado? No jodamos, por favor: eso es una irresponsabilidad. En cuanto al Yucatán, no hace falta ni que nos lo aclaren las autoridades: eso está sin duda muy por encima de nuestras posibilidades.

El púlpito nos da sus razones para tanto polvo, sudor y hierro: todos estos recortes, todos estos ajustes, todas estas reformas laborales no son una manera de luchar por mejorar las condiciones de vida del hombre sobre la Tierra – todas estas privaciones tienen la abstrusa misión de ‘no empeorar la economía’ o, lo que es lo mismo ‘dar confianza a los mercados’. Oh, qué triste. No hay aquí la más mínima épica, ni el más mínimo ideal, sólo hay psicología no figurativa o filosofía de cuadrante. ¿Cuáles son nuestras posibilidades, pues, cuáles serán en el futuro? Las que dicten unos mercados histéricos. Pero cualquiera sabe que no se pueden pedir sacrificios en nombre de conceptos (y menos histéricos) si no han sido antes sacralizados y convertidos en dioses. Asistimos a las bodas de Mercado y Economía, que han depuesto a Progreso y Justicia de su trono como dueños de los corazones y las mentes de los hombres. Los motivos de nuestro esfuerzo no consisten en avanzar hacia una utopía, sino en huir de una catástrofe. El Manifiesto Consumista, el catecismo que rige nuestra organización global, se inicia con una frase: ‘Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del déficit público’. Se han acabado las causas que enardecen y han regresado los ídolos que atemorizan.

Y SOLUCIONES

Algo sí que hay que agradecer a los implicados en el caso ‘Gürtel’: no tenían necesidad de llenar el país de hormigón y ladrillo, ni de convertirlo en una escombrera, ni siquiera de contaminarnos con amianto, fosfato, nitritos o humo radiactivo para hacer su negocio. Ellos se apañaban con unas mesas, una sillas y, de cuando en cuando, algún micrófono – objetos todos que desaparecían tras sus ‘eventos’ sin dejar mayor rastro. A esta forma de llevárselo, a diferencia de otras, habría que estarle sinceramente agradecido, porque, con gran ventaja sobre otras chorizadas de las que ha sido testigo la reciente historia de España, no produce efectos secundarios contaminantes o destructores de nuestro medio ambiente. No, señor: ellos se llevaban el dinero público de una manera que en buena ley podríamos llamar ‘sostenible’.

Y, en un mundo donde todo consiste en sacarle el dinero a paladas a los cotizantes, es de agradecer, insisto, que se haga así. De hecho, si fuésemos razonables, no tendrían más que pedirlo: ‘Oiga, mis tres, mis veinte, mis cincuenta millones.’ Y el empleado de Hacienda, a tirar de cheque y listo. En un mundo cuyos ‘yacimientos laborales’ no dan como resultado nada que de verdad necesitemos, cuando no se trata directamente de producir algo dañino, ¿por qué tendríamos que esperar a que vengan aduciendo alguna actividad empresarial que exija la movilización de personal para destrozarnos el país, el suelo, el agua y el aire? Por el amor de dios, que no se pongan emprendedores. ¡Or-ga-ni-za-ción! Una vez aceptado como un hecho normal de la post-postmodernidad, la extorsión de los ricos y poderosos debería hacerse de manera ecológica: yo propongo que el muy competitivo, productivo, excelente y eficiente ‘choriceo sostenible’ sustituya a la muy arcaica, rígida y destructiva ‘creación de empleo’ como forma habitual del trasvase de dinero de los pobres al bolsillo de los ricos. Y a esperar a que vuelva José María el Tempranillo.