viernes, 14 de febrero de 2014

Masacre y racionalidad




El año pasado (o quizá fue ya el anterior) recibí una invitación desde la ciudad de Burgos.
La sección local del sindicato CGT local organizaba unas jornadas bajo el título "La lengua como liberación: el esperanto" y me proponía participar con una charla. Acepté encantado los docientos y pico mil dólares que me ofrecían por intervenir sobre un tema tan peculiar para un sindicato obrero y allá que me fui a soltar una charla en el auditorio de la sede, no muy lejos de la estatua del Cid Campeador.
En un tren rápido atravesé la meseta castellana con un frío castellano empañando los cristales, contento de colaborar con paisanos que luchaban y querían aprender y, a pesar de la rapidez del transporte, me dio tiempo a hacer conjeturas sobre el tipo de sindicalistas que me encontraría.
La CGT surgió hace treinta y tantos años como una escisión de la CNT, el histórico sindicato anarquista, reivindica la misma tradición ideológica y combina los mismos colores, el rojo y el negro, en su bandera. ¿Anarquistas en Castilla? ¡Qué gente tan improbable! ¿Serían trabajadores industriales, empleados, oficiales albañiles, currantes del campo?
A pie del andén me esperaba C., que me desarmó de entrada: era profesor de secundaria e igual que yo, había estudiado Filología Clásica en Salamanca. Me llevó al centro en su coche y allí se nos unió A., otra profesora que inspiraba confianza a primera vista, tan risueña como C. y más o menos tan violenta como el clasicista.
En la sede que comparten los sindicatos de Burgos, antes de subir al estrado del salón de actos, conocí a otros miembros de la parroquia. Con la informalidad que se supone a los anarcosindicalistas, me hicieron una entrevista simpática y un poco cumbayá que grabaron y luego colgarían de Internet. Buscando los lavabos pasee tranquilamente por el lugar, un edificio de cierto porte pero demasiado provecto ya y urgido, más que necesitado, de un revoco. No vi a nadie encapuchado. No pude suponer en ningún momento que aquel lugar un poco destartalado y habitado por padres y madres de familia a cara descubierta, sosegados y curiosos, pudiera tener el menor interés para la NSA ni para el CNI, ni siquiera para la Delegación del Gobierno burgalesa. Pero debía de estar equivocado.
Como secuela de los acontecimientos de Gamonal, las chirimías del partido gobernante (o sea, casi todos los medios de comunicación nacionales, provinciales, locales y barriales) han resonado para sentenciar que detrás de los hechos no había una respuesta ingenua y espontánea de la gente, sino que había una trama premetidamente urdida - como son las tramas. Algunos han insinuado que los congregados en las manifestaciones y enfrentamientos estaban encapuchados, punto uno; que en el País Vasco hay verdadera locura por las capuchas, punto dos; y que el País Vasco está a tiro de piedra de Burgos. ¿No ha estallado el conflicto precisamente en la Calle Vitoria?
Para alivio de todos, sin embargo, un documento de la policía descartaba expresamente la idea de un experimento intelectual organizado por una mente forastera. Ni por mente ninguna, en realidad: los hechos no constituyen "un ensayo revolucionario exportable al resto del territorio nacional", aclara el informe. El Ministerio del Interior explica que lo que pasó es que, en las asambleas de la plataforma ciudadana que se oponía al proyecto del Bulevar, se fue colando, dice, un número creciente de "elementos anarquistas de la ciudad". La novedad hace hincapié en la limitación racional del colectivo al que adopta como chivo expiatorio, como si su intervención en la revuelta popular excluyese de facto cualquier planificación o estrategia. Combinando así la denuncia gratuita con el insulto, el redactor del documento insinúa que no hay conspiración porque a los anarquistas el caletre no les da para eso.
En las jornadas sobre el esperanto organizadas por la CGT de Burgos mis ojos vieron gente informada e interesada, lúcida y amena, con aspecto no muy deportivo y más bien de cierta edad. Además de escucharme a mí, y durante cuatro días, asistían a conferencias tituladas "Esperanto y anarquismo" o "Presente y futuro del esperanto" y veían películas como "1984" sobre la célebre novela de George Orwell.
Después de soltar mi charla (presentada con una aprensión espantosa de no aburrir, puesto que era mi contribución a la causa contra el lenguaje de la opresión), compartí con ellos unas chistorras y unos vinos. Hablamos de lingüística y de cine británico y de los chanchullos de la política. Si esos eran los infiltrados, en mi opinión, no pocos eran perfectamentente capaces de concebir y exponer un plan estratégico para expandir la revolución, incluso varios; del mismo modo que serían totalmente incapaces de matar una mosca. Me parecieron hombres y mujeres racionales y pacíficos que, en lugar de dedicar sus vidas y sus días a intentar desesperadamente hacerse ricos o a embrutecerse delante de una pantalla de videojuegos, habían decidido reunirse y compartir una vida de activismo social, cultura y placeres asequibles.
La estrategia informativa no ha podido por menos que inquietarme. Pasándose la consigna de la policía y elaborando los noticiarios, una noble y digna y divertida y muy intelectual categoría política, cuyos representantes organizan congresos sobre el lenguaje, ha sido trasmutada en una peña de broncas profesionales; utilizando el conocido procedimiento de la generalización demagógica, toda una ideología saturada de pacifismo ha sido presentada al público como la clac de la bomba, con su imagen asociada a las capuchas y los embozos.
Ahora, un mes después, el mismo responsable de ese mismo Ministerio nos explica con la misma beatífica serenidad qué ha sucedido en una playa de Ceuta. Dejando un buen montón de cabos sueltos (eldiario.es cuenta concretamente 21 [http://www.eldiario.es/desalambre/ministro-explicar-tragedia-Ceuta_0_228177352.html]), este hombre asegura que todo se ha hecho de forma "legal" y que el uso de la respuesta violenta por parte de la Guardia Civil ha sido "racional". El resultado de su legalidad y su racionalidad: unos 16 muertos. Digo "unos" porque todavía no se ha cerrado el conteo ni la búsqueda de cuerpos.
De forma racional y legal se puede serenamente cometer una masacre, piensa él.
Preparémonos: esto es lo que tenemos. Esta es la catadura del poder que nos aflige, su visión del mundo, su explicación de los hechos, sus chivos expiatorios y la empiria objetiva de sus actos.