¿Se acuerdan
de Manolito, el personaje de Quino? Era el “gallego”, o sea, el español de las
tiras de Mafalda. Quino lo presentaba como un niño cabezón, con los pelos de
cepillo, el más torpe de su clase y el más entusiasta de la economía mercantil.
Su padre era tendero y Manolito tenía la prioridad absoluta del negocio metida
hasta la médula. En una tira, Manolito avanza con un capazo de mimbre puesto a
modo de casco sobre la cabeza y Mafalda le pregunta:
- ¿Cómo es que no vas al jardín de
infantes, Manolito?
Y responde Manolito:
- Porque soy más útil en el almacén
de mi papá.
Mafalda insiste:
- ¿Y a la escuela tampoco piensas
ir?
Y Manolito responde muy ufano:
- Ahí, sí, porque aprenderé
aritmética. Será un gran progreso para el almacén de mi papá.
El “Almacén de Don Manolo” y sus
ventas es todo en lo que puede pensar el buen Manolito. Toda la maquinaria de su
cerebro chapotea pesadamente hacia ese único objetivo: nada importa salvo el
negocio familiar. En otra tira, la rubia Susanita, otra de las protagonistas de
la serie, lo retrata con bendita sinceridad. Manolito está sentado en un
bordillo y de pronto suelta un gran estornudo. "¡Resfriarme!", se
dice, "¡Es lo único que me falta!" Susanita, que llega en ese momento
por detrás sin que él lo haya advertido, apostilla al escucharlo:
- Además de inteligencia, gracia,
sensibilidad, ingenio, tacto, elegancia, habilidad, fineza, buen gusto,
sensatez, imaginación, cultura, etcétera.
Pues bien, ese personaje de Quino, Manolito
-imagínense- se ha encarnado y ha tomado el poder. ¿Se lo imaginan?, ¿se imaginan
a Manolito en el poder, dispuesto a convertir en ley su idea de las cosas? Pues
lo ha hecho, nada menos que en la persona del Ministro de Educación de Japón,
Hakubun Shimomura.
El pasado mes de agosto, como bienvenida al nuevo curso, este
personaje llevó hasta su culminación los planteamientos manolitanos: cursó una circular a los
rectores de las Universidades públicas de Japón instándoles a que clausuraran
las facultades y departamentos de Humanidades y Ciencias Sociales. El texto de
la misiva, en perfecta langue-de-bois neoliberal, requiere a esas instituciones
que den "pasos activos para suprimirlos o transformarlos en áreas que
sirvan mejor a las necesidades de la sociedad". El texto hace eco a las
declaraciones del primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien había declarado el
año pasado en un discurso ante la OCDE: "Antes que profundizar una
investigación académica que es altamente teórica, propiciaremos una educación profesional de tipo más práctico que anticipe mejor las necesidades de la
sociedad."
La clave del discurso parece ser,
pues, "las necesidades de la sociedad". Pero, ¿quién puede saber a
ciencia cierta cuáles son? La mera suposición de que alguien conoce las
"necesidades de la sociedad" se sostiene sobre asombrosas
personificaciones (la de que la "sociedad" puede ser algo o alguien
con necesidades particulares y que éstas pueden conocerse con precisión) y
mistificaciones descaradas.
Naturalmente, la primera de esas
mistificaciones está basada en la sinécdoque porque toma una parte por el todo y, erigiendo
la cabeza de Manolito en representación de la generalidad, confunde las
necesidades de la sociedad con los intereses de las empresas y los negocios,
descartando alegremente que el colectivo humano pueda tener ningún interés en la
historia, el lenguaje, la filosofía, la literatura, el arte o, precisamente, el
análisis sociológico. En realidad, al liquidar la sociología, esta
ideología humanisticida pretende erradicar cualquier otra posible descripción de
lo social que pueda discrepar con la muy raquítica que ella propone - y de paso
poner en la calle cualquier voz crítica. Lo primero que hizo Pinochet después
de su golpe de Estado fue cerrar las Facultades de Sociología.
En último extremo, semejante
argumento resulta propio de una ideología como la neoliberal en que la Economía ha sido
hipostasiada y mitificada más allá de toda cordura y cuya bendita divinidad es inciensada
por sacerdotes que se arrogan la interpretación correcta de sus deseos. No son
pues las "necesidades de la sociedad", sino la servidumbre a las
empresas a lo que se refiere Hakubuncito Shimomura, igual que Manolito no
pierde oportunidad, ni siquiera cuando está enfermo y sus amigos vienen a
hacerle una visita, para hacer propaganda del negocio de su papá.
Shimomura es, pues, representante
del poder de los negociantes y tenderos, que han conseguido un papel dominante en la
interpretación de lo que es o no es sociedad y para qué sirve eso y que, en su
insultante chulería, manifiestan sin disimulos el desprecio que les merece
cualquiera de las asignaturas que se les daban fatal en la escuela, todas ellas
conectadas con la cultura y el pensamiento.
Aparte de eso, la pretensión que
traduce su circular es de un cinismo mayúsculo: al convertir la Universidad en
una maquinaria al servicio de los negocios y empresas, lo que se pretende es
que sean los contribuyentes los que paguen los cursos de formación que estos requieren.
La visión del sistema educativo superior de un Estado sin otras funciones que
el manolitismo es el colofón de esta ideología que poco a poco ha ido
sincerando su discurso conforme las tragaderas de la sociedad (esta vez sí) se
han ido preparando para ello.
Para aquellos que dedicamos nuestras
vidas laborales al estudio y el desarrollo del conocimiento en Humanidades y
Ciencias Sociales, las conclusiones son perentorias: ¡atención!, ya no se trata
de rumores ni de globos-sonda. Estos no son cierres por crisis ni recortes por problemas de
presupuesto ni medidas selectivas para mejorar la excelencia, las excusas habituales. Incluso
los tibios estarán de acuerdo en que esto es algo a lo que no se había atrevido
ninguna de las dictaduras de diverso signo conocidas a lo largo del siglo XX.
La claridad con que el Manolito
japonés ha hecho su propuesta (¡a la que han respondido positivamente 26
universidades!), la importancia relativa que tiene un país como Japón (¡qué trágico
destino el suyo, como anodadada para mucho tiempo por dos bombas atómicas!)
hacen que, por mucho que haya habido réplicas y respuestas (incluso la
organización empresarial japonesa se ha desmarcado del despropósito), el asunto
exija prepararse para una defensa numantina.
Más aún, debemos pasar al contraataque
y ese contraataque exige socavar y dinamitar el pensamiento neoliberal, nuestro
enemigo declarado, en el que se basan este tipo de propuestas. A ese objetivo
debemos dedicar nuestra inteligencia y nuestra formación si es que queremos devolver a
la sociedad lo que de ella hemos recibido y garantizar para ella precisamente
todas esas cosas que Susanita echa en falta en la cabeza de Manolito.
grande juan luis, inmenso!
ResponderEliminarEn el colegio los tontos siempre fuimos los de letras, los listos los de ciencias. Hasta algunos padres miraban con recelo a los hijos que decidían no ser ingenieros o economistas. Por desgracia un hecho como el que ocurre en Japón es hasta comprendido por quienes entienden que la cavidad más importante del ser humano no es su cabeza sino su bolsillo; y son muchos más de los que creemos.
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