En enero de este año le dediqué una entrada al discurso de Barack Obama en Oslo con motivo de la entrega de ‘su’ Premio Nobel de la Paz (“El guerrero pacifista”). A ella remito al lector ocasional de este blog para mejor ambientar el rápido comentario de hoy. Decía allí que Obama se había permitido, con un matonismo impropio de semejante acto, lanzar serias amenazas a Irán por sus pretensiones de poseer la bomba atómica. “Tiene que haber consecuencias”, habían sido sus palabras al respecto en aquella ocasión.
Al mes siguiente, el 12 de enero de este año, fue asesinado con una bomba un profesor de la Universidad de Teherán, un colega, al fin y al cabo, por el que no conozco ninguna universidad del mundo que encendiera una vela. Se llamaba Masud Mohammadi y era un físico especialista en energía nuclear. Como en una escena de El americano impasible, una bicicleta explotó a su paso. Nadie ha reivindicado el atentado. Inevitablemente, a mí me recordó que el ingeniero Ryan fue asesinado por ETA para impedir la construcción de la central nuclear de Lemóniz.
Ayer, coincidiendo con la escandalera en torno a los chismes diplomáticos filtrados por Wikileaks (entre otros, que los jeques árabes del golfo suspiran por impedir, como Israel y EE UU, la nuclearización iraní), otros dos profesores de la universidad de Teherán han sido víctimas de sendos atentados por un procedimiento similar: el profesor Mayid Shahriyarí ha muerto; el profesor Ferydún Abbasí-Davaní ha resultado herido. A ambos les acompañaban sus esposas, gravemente heridas. ¿Ninguna universidad civilizada tendrá algo que decir respecto a los atentados contra nuestros colegas? ¿Nuestro cinismo nos permitirá encogernos de hombros ante las víctimas del terrorismo ‘bueno’ y seguir celebrando al ‘guerrero pacifista’ sin establecer ninguna conexión entre estos hechos y el chulesco discurso de Oslo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario