El
año pasado (o quizá fue ya el anterior) recibí una invitación
desde la ciudad de Burgos.
La
sección local del sindicato CGT local organizaba unas jornadas bajo
el título "La lengua como liberación: el esperanto" y me
proponía participar con una charla. Acepté encantado los docientos
y pico mil dólares que me ofrecían por intervenir sobre un tema tan
peculiar para un sindicato obrero y allá que me fui a soltar una
charla en el auditorio de la sede, no muy lejos de la estatua del Cid
Campeador.
En
un tren rápido atravesé la meseta castellana con un frío
castellano empañando los cristales, contento de colaborar con
paisanos que luchaban y querían aprender y, a pesar de la rapidez
del transporte, me dio tiempo a hacer conjeturas sobre el tipo de
sindicalistas que me encontraría.
La
CGT surgió hace treinta y tantos años como una escisión de la CNT,
el histórico sindicato anarquista, reivindica la misma tradición
ideológica y combina los mismos colores, el rojo y el negro, en su
bandera. ¿Anarquistas en Castilla? ¡Qué gente tan improbable!
¿Serían trabajadores industriales, empleados, oficiales albañiles,
currantes del campo?
A
pie del andén me esperaba C., que me desarmó de entrada: era
profesor de secundaria e igual que yo, había estudiado Filología
Clásica en Salamanca. Me llevó al centro en su coche y allí se nos
unió A., otra profesora que inspiraba confianza a primera vista, tan
risueña como C. y más o menos
tan violenta como el clasicista.
En
la sede que comparten los sindicatos de Burgos, antes de subir al
estrado del salón de actos, conocí a otros miembros de la
parroquia. Con la informalidad que se supone a los
anarcosindicalistas, me hicieron una entrevista simpática y un poco
cumbayá que grabaron y luego colgarían de Internet. Buscando los
lavabos pasee tranquilamente por el lugar, un edificio de cierto
porte pero demasiado provecto ya y urgido, más que necesitado, de un
revoco. No vi a nadie encapuchado. No pude suponer en ningún momento
que aquel lugar un poco destartalado y habitado por padres y madres
de familia a cara descubierta, sosegados y curiosos, pudiera tener el
menor interés para la NSA ni para el CNI, ni siquiera para la
Delegación del Gobierno burgalesa. Pero debía de estar equivocado.
Como
secuela de los acontecimientos de Gamonal, las chirimías del partido
gobernante (o sea, casi todos los medios de comunicación nacionales,
provinciales, locales y barriales) han resonado para sentenciar que
detrás de los hechos no había una respuesta ingenua y espontánea
de la gente, sino que había una trama premetidamente urdida - como
son las tramas. Algunos han insinuado que los congregados en las
manifestaciones y enfrentamientos estaban encapuchados, punto uno;
que en el País Vasco hay verdadera locura por las capuchas, punto
dos; y que el País Vasco está a tiro de piedra de Burgos. ¿No ha
estallado el conflicto precisamente en la Calle Vitoria?
Para
alivio de todos, sin embargo, un documento de la policía descartaba
expresamente la idea de un experimento intelectual organizado por una
mente forastera. Ni por mente ninguna, en realidad: los hechos no
constituyen "un ensayo revolucionario exportable al resto del
territorio nacional", aclara el informe. El Ministerio del
Interior explica que lo que pasó es que, en las asambleas de la
plataforma ciudadana que se oponía al proyecto del Bulevar, se fue
colando, dice, un número creciente de "elementos anarquistas de
la ciudad". La novedad hace hincapié en la limitación racional
del colectivo al que adopta como chivo expiatorio, como si su
intervención en la revuelta popular excluyese de facto cualquier
planificación o estrategia. Combinando así la denuncia gratuita con
el insulto, el redactor del documento insinúa que no hay
conspiración porque a los anarquistas el caletre no les da para eso.
En
las jornadas sobre el esperanto organizadas por la CGT de Burgos mis
ojos vieron gente informada e interesada, lúcida y amena, con
aspecto no muy deportivo y más bien de cierta edad. Además de
escucharme a mí, y durante cuatro días, asistían a conferencias
tituladas "Esperanto y anarquismo" o "Presente y
futuro del esperanto" y veían películas como "1984"
sobre la célebre novela de George Orwell.
Después
de soltar mi charla (presentada con una aprensión espantosa de no
aburrir, puesto que era mi contribución a la causa contra el
lenguaje de la opresión), compartí con ellos unas chistorras y unos
vinos. Hablamos de lingüística y de cine británico y de los
chanchullos de la política. Si esos eran los infiltrados, en mi
opinión, no pocos eran perfectamentente capaces de concebir y
exponer un plan estratégico para expandir la revolución, incluso
varios; del mismo modo que serían totalmente incapaces de matar una
mosca. Me parecieron hombres y mujeres racionales y pacíficos que,
en lugar de dedicar sus vidas y sus días a intentar desesperadamente
hacerse ricos o a embrutecerse delante de una pantalla de
videojuegos, habían decidido reunirse y compartir una vida de
activismo social, cultura y placeres asequibles.
La
estrategia informativa no ha podido por menos que inquietarme.
Pasándose la consigna de la policía y elaborando los noticiarios,
una noble y digna y divertida y muy intelectual categoría política,
cuyos representantes organizan congresos sobre el lenguaje, ha sido
trasmutada en una peña de broncas profesionales; utilizando el
conocido procedimiento de la generalización demagógica, toda una
ideología saturada de pacifismo ha sido presentada al público como
la clac de la bomba, con su imagen asociada a las capuchas y los
embozos.
Ahora,
un mes después, el mismo responsable de ese mismo Ministerio nos
explica con la misma beatífica serenidad qué ha sucedido en una
playa de Ceuta. Dejando un buen montón de cabos sueltos (eldiario.es
cuenta concretamente 21
[http://www.eldiario.es/desalambre/ministro-explicar-tragedia-Ceuta_0_228177352.html]),
este hombre asegura que todo se ha hecho de forma "legal" y
que el uso de la respuesta violenta por parte de la Guardia Civil ha
sido "racional". El resultado de su legalidad y su
racionalidad: unos 16 muertos. Digo "unos" porque todavía
no se ha cerrado el conteo ni la búsqueda de cuerpos.
De
forma racional y legal se puede serenamente cometer una masacre,
piensa él.
Preparémonos:
esto es lo que tenemos. Esta es la catadura del poder que nos aflige,
su visión del mundo, su explicación de los hechos, sus chivos
expiatorios y la empiria objetiva de sus actos.
Y no nos olvidemos que el "racionalista" ministril milita en la Obra de Dios: están deseosos por el martirio (de los demás). Quizá debiéramos hacerle ver y padecer la literalidad de sus medidas.
ResponderEliminarFelipe González Vega, el clásico violento de Vitoria
Me gustan tus opiniones y tus puntos de vista a mi parecer se ajustan a la realidad.
ResponderEliminarTambien me pareces un buen profesor, gracias por haberme enseñado tanto este año.