viernes, 16 de octubre de 2009

La peonza sobre la panza

Por muchas vueltas que dé, la peonza siempre acaba tumbada sobre la panza: los problemas de la educación radican esencialmente en que el neoliberalismo (o la globalización o como quiera que se llame esta versión actual y cotidiana del capitalismo) es antieducativo. Como traté de ilustrar en mi post anterior, el sistema no para de enviar mensajes contradictorios con lo que se pretende enseñar en las escuelas.

El resultado es un mundo teórico de elogio al arte y la belleza y otro real de exaltación del feísmo y lo siniestro; uno virtual que predica la colaboración y la honradez y otro pragmático, donde la inteligencia se asimila a la avaricia y la impunidad, y que enseña la habilidad negociadora; uno escolar y paternalista que santifica la higiene y otro empresarial y laboral que aboca al suicidio.

La propia escuela vive esta esquizofrenia, atrapada entre su propensión servil a formar jóvenes para el llamado “mundo real” y sus antieducativas exigencias, por un lado, y su lealtad a los viejos principios de la Ilustración, en los que ha sido moldeada. Resultado: en muchas escuelas privadas se enseñan los altruistas principios del cristianismo y, a la vez, economía contemporánea… Como ejemplo supremo, hoy pueden existir sin causar asombro escuelas de “Humanidades y Negocios”. Un amigo, asombrado a pesar de todo, me dijo: “Esa pareja combina igual que Castidad y Prostitución”. Las propias universidades están siendo obligadas, una tras otra, a poner una vela al Conocimiento y otra al Beneficio.

Muchos de los problemas actuales del Sistema Educativo surgen de este conflicto, que podría adquirir proporciones históricas si resulta ser un enfrentamiento entre dos épocas, con el triunfo final de una era anti-ilustrada, cínica y cruel.

Y no solamente es un problema de la escuela pública y su infradotación, a la que tantas miserias pueden achacarse. En Pozuelo hemos visto la clase de terrible puerilidad que es capaz de generar la escuela privada: acorralados y agredidos por los hijos de sus jefes, los policías pudieron conocer la crueldad extrema de los niños pijos. Mientras les filmaban con sus móviles de última generación, los chicos del municipio más rico de España arrojaban toda clase de objetos a los números policiales, incluidos improperios más duros que los adoquines. El autor de una filmación que pudo verse en televisión, se burlaba de uno de estos policías acorralados gritando sin parar, como un energúmeno: “¡¡Nadie…, que no te quiere nadie, colega, que no te quiere nadie, que a ti no te quiere nadie…!!”

¿Se le puede decir algo con peor baba a un ser humano?