lunes, 9 de noviembre de 2009

Los límites de la organización

El otro día oí en la radio una entrevista que le hacían al, si no me equivoco, director de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en España. Que me perdone si me confundo de cargo y también que no recuerde su nombre: empecé a escuchar cuando la entrevista estaba avanzada y no creo haberlo oído.
A lo que vamos. El periodista le pregunta al director o presidente cuáles son los lugares de la tierra que más problemas dan a su organización. El director responde con una lista de países (Venezuela, Cuba, China, Irán) donde, dice, la seguridad física de los periodistas ni siquiera está garantizada. No es que se les persiga, se les encierre, se les expulse. Es que pueden agredirlos, matarlos. Estos países son, decía, los que más problemas plantean a RSF, donde tiene que invertir el grueso de sus esfuerzos y energías.
Hasta aquí no había yo tenido ninguna mala vibración con las palabras del director. Si acaso, condolencia. Pero lo que añadió sí que me afectó ciertamente: dijo que en esos lugares, y como resultado de la represión que ejerce el Gobierno, la Verdad, la Objetividad y la Independencia, que son los pilares del periodismo, se encontraban seriamente en peligro. Lo dijo como quien dice que, en el fondo, esa defensa de la veracidad periodística es la auténtica razón última de su existencia como organización y norte de todos sus móviles.
Pensé enseguida que el director de RSF había sufrido un peligroso lapsus: confundir a los profesionales con la profesión. Yo no tenía nada que objetar al propósito organizativo de RSF, como gremio profesional, de defender el pellejo de sus miembros o de sus apadrinados. Estaría, lógicamente, de parte de la compañía aseguradora que hubiera extendido las pólizas de los corresponsales...
Pero el nexo que se hacía entre estos riesgos, sin duda intolerables e injustos, y la represión de la Verdad me parecía, por decirlo con las palabras adecuadas, un poco periodístico.
Obviamente él estaba preocupado por los profesionales, no especialmente por la profesión. Si realmente hubiera estado preocupado por la profesión y el respeto por sus principios de servicio a la verdad, el director hubiera debido manifestar su inquietud, es más, tendría que haber aprovechado la oportunidad para lanzar una cruzada por la situación de los periodistas en los países donde el concepto de “beneficio” ejerce su tiranía absoluta.
Como dijo un sabio, es más difícil escapar del dinero que de la policía, y la connivencia entre el poder, el dinero y el periodismo es en la gran mayoría de países, incluido el nuestro, la causa fundamental por la cual la Verdad, la Objetividad y la Independencia (¡sobre todo la independencia!) brillan clamorosamente por su ausencia.
¿De qué proteger a los periodistas comprados por el poder, sobornados por alguno de sus lobbies, portavoces de causas millonarias, estrellas de la corte que viven en urbanizaciones de lujo? O, ¿cómo proteger a esos otros miles de loros, obedientes y adocenados, que reproducen sin asomo de crítica las hojas que les pasan los gabinetes de prensa de las empresas, a quienes ni siquiera hace falta pagar mucho para que digan lo que tienen que decir?
Si los principios expresados por su director fueran los decisivos, RSF debería dejar de ser una ONG y convertirse en un sindicato internacional, e invertir el grueso de sus esfuerzos y energías en instruir sobre su condición a tan gran legión de sobateclas dispuestos a trabajar para quien les pague, que se creen libres e informados y ni se han enterado de que son esclavos de la rentabilidad. Tal vez así entendieran los reporteros y periodistas en general que esa explotación pone seriamente en peligro su capacidad para hacer valer la Verdad, la Objetividad y la Independencia.
Querido director, preocuparse por la seguridad de los profesionales o por la dignidad de la profesión: esos son los límites de una organización.