domingo, 6 de noviembre de 2011

La muerte de un (moto)ciclista

Recientemente falleció un corredor de motocicletas italiano, apellidado Simoncelli. Al parecer (yo no lo he visto, no soy capaz) perdió el equilibrio en una maniobra cuando conducía la moto a toda velocidad entre otros motociclistas que conducían las suyas con la misma prisa o mayor. Al parecer, también, decidió no soltarse del manillar, así que la moto lo arrastró por mal sitio y los otros motociclistas, con serio peligro de sus propias vidas, lo atropellaron hasta matarlo.

Yo, que he vivido épocas de mucha censura y mucha prohibición, no soy prohibicionista de casi nada. Así que tampoco voy a decir que estoy a favor de que se proscriba una actividad, como las carreras de motocicletas, que consiste en consumir gasolina sin ir a ningún lado, contaminar el aire sin producir nada a cambio, provocar un ruido insoportable a kilómetros y, llegado el caso, jugarse el físico hasta, como se ha comprobado una y otra vez, la muerte de los concursantes. Venga, va: si se quieren matar, que se maten...

Pero de no prohibir a fomentar, promocionar y encumbrar, como hacen los medios de comunicación públicos (vamos a limitarnos aquí a los públicos), ya hay un buen trecho. ¿Qué es lo que tiene todo eso de educativo?

Pero, bueno, ¿qué está pasando? A ese mismo piloto de carreras, que en paz descanse, hace cuatro días sus compañeros de fatigas lo denunciaban públicamente, indignados con sus maniobras temerarias - que ya habían propiciado alguna rotura de huesos de sus compañeros, en concreto de un tal Pedrosa. Por lo visto no era raro que un profesional de la velocidad en motocicleta se quejara de la conducción "agresiva" del difunto. Había tirado a uno en Mugello, a otro en Assen, a otro en... Sin ir más lejos, este verano, el 25 de junio, otro de estos corredores de motocicletas llamado Jorge Lorenzo, quien por lo visto tiene jerarquía, afirmaba de Simoncelli (si hay que hacer caso de la publicación Marca): "Es un inconsciente, yo le quitaría la licencia".

En fin, si ya hay que ser bastante inconsciente para dedicarse a lo que se dedican, imagínese usted cómo tenía que ser el fallecido, que en paz descanse, ya digo, para que un compañero de profesión le echara ese piropo. La muerte de Simoncelli no ha sorprendido a los lectores de prensa deportiva: estaba de Dios que iba a matarse... Bueno, pues ese insensato, ese conductor agresivo, a juicio de los expertos, se convirtió, de la noche a la mañana, por el mero hecho de morirse sin soltar la moto o, más bien, a pesar de ello, en un "héroe", un "gran profesional", un personaje carismático y extraordinario y no sé cuántas cosas más, según los medios de comunicación que se financian con el dinero público. Se lo escuché personalmente a un locutor titular de Radio Nacional de España, casi le costaba contener la emoción que sentía.

¿Se imaginan?: "Ese muchacho se estaba ahogando, pero decidió no salir a la superficie. Es un héroe,", o "Ese chico es un ejemplo: el piano se le venía encima, pero se puso farruco y no se apartó". El recorrido que ha de hacer el sentido común es excesivo, ¿no?

Esta línea editorial sólo puede explicarse, entiendo, porque este tipo de promociones forman parte de la política de empleo del Gobierno. Como faltan empleos para todos los que somos y/pero, no habiéndolos, debe haberlos porque sí, porque hay que emplearse o joderse, últimamente observo que las ideas para que la gente se gane la vida (y, por lo tanto, la pierda) se ajustan a un patrón: de cualquier tara se hace una profesión de moda.

Así, de un inconsciente se puede siempre hacer un inconsciente profesional, y ya tenemos un superferolítico corredor de motocicletas (o de motos de agua, pongo por caso). La economía se ha enriquecido con esta visión. Con un buen máster, de un chanchullero de la hostia se puede sacar un chanchullero de la hostia profesional, y ya tenemos un banquero astuto, un trader osado o un broker consumado. Según esta agenda oculta del Gobierno para el empleo de la que hablamos, para obtener un CEO profesional de primera fila o un sales manager de primera fila profesional o cualquiera otra de todas esas nuevas profesiones que se anuncian en la Business School del barrio, uno profesional-profesional, no se necesita más que un tarado bien profesionalizado.

En último extremo, si desgraciadamente uno no tiene verdaderas taras que profesionalizar, siempre se puede uno emplear como estafador de ancianos profesional, trabajando para una variedad de empresas legales dedicadas a sacarles muy profesionalmente los ahorrillos a esos inútiles a quienes ya se les ha pasado el arroz y no quieren el dinero para nada.

Y bien, esta política de empleo (producir, por ejemplo, insensatos profesionales a quienes, cuando se matan, hay que encomiar como héroes para que los niños quieran imitarles), ¿no es un poco forzada? A ver, vuelva usted a leer el paréntesis. Claro que a lo mejor no, y soy yo al que le chirrían las bujías.

2 comentarios:

  1. Muy oportuna tu reflexión, Juan Luis. Esta confusión entre descerebrados y héroes es parecida a la que se plantea entre víctimas y verdugos (el caso de Marta del Castillo es paradigmático). Hasta en las cosas más tontas podemos verlo, y quizá ahí está lo terrible. Estoy esperando el otro día a entrar en el autobús G, en Moncloa. Es verdad que los estudiantes son poco amigos de hacer cola. Pero ya con las puertas abiertas, y cuando sól tenía dos personas por delante, llegan dos jóvenes que tratan de entrar sin respetar el pequeño orden. Cuando les digo, te aseguro que muy educadamente y en un tono neutro, que, por favor, respeten el turno, uno de ellos me responde: "Tranquilo, tranquilo". Se deduce de ello que yo estaba alterado, cosa que no es cierta, y lo peor, se deduce que el asunto de respetar un cierto contrato social, meramente respetar el turno de tres personas que tienes por delante, no es pertinente.

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  2. En lo de Simoncelli coincido plenamente: a mí también me molestaba su forma peligrosa de pilotar, y no por morir víctima de su propia trampa hay por eso que vestirle de héroe.
    Las asociaciones que hace al respecto Juan Luis Conde me parecen muy interesantes, pues hay muchos personajes a los que se ha encumbrado que pueden convertirse en nuestros verdugos.

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