miércoles, 2 de diciembre de 2009

Caña al 68

En la batalla de la educación y otras batallas, una de las consignas clave creadas en los laboratorios semiológicos neoconservadores es el asalto despiadado a lo que llaman el ‘espíritu del 68’. Nicolas Sarkozy o Esperanza Aguirre se recrean con fruición en ese ensañamiento. El objetivo que se persigue con cabezonería digna de terapia no es otro que desarmar cualquier atisbo de espíritu libertario en la sociedad. El clamor por la ‘falta de autoridad’ en la escuela y la guerra contra la ‘permisividad’ es parte fundamental de esa estrategia que nos prepara para el autoritarismo.

Verbigracia: publica El País en las páginas de Sociedad una noticia bajo el inquietante titular: “Los padres progres dedican menos tiempo a educar a los hijos”[http://www.elpais.com/articulo/sociedad/familias/progres/dedican/tiempo/educar/hijos/elpepusoc/20091127elpepusoc_30/Tes], que me parece una bonita manera de contribuir a enfangar el buen nombre de ‘progre’ y empujar un poquito más el agua a cierto molino… La noticia desglosa un informe promovido por la Fundación Bofill entre cuyos expertos figura Javier Elzo, de la Universidad de Deusto. Con el nombre de Elzo me han familiarizado mis años de clase en la Facultad de Políticas y Sociología, pero al lector lego se le exige respeto sólo por su nombre, puesto que no se ofrece la menor referencia de su currículum.

En la noticia se da cuenta de que el informe ha clasificado a la población catalana (puesto que la muestra se ha tomado exclusivamente en Cataluña) en cuatro categorías de familias, a saber: “La primera, extravertida y progresista; la segunda, introvertida y tradicional; la tercera, conflictiva, y la cuarta armónica y convivencial.” Por qué estos cuatro tipos de los miles de posibles tipos en que puede categorizarse la población de padres catalanes, y por qué esos adjetivos, habría que preguntárselo a los autores del informe. Y también cómo han hecho para reconocer como miembros de cada grupo a los que han rellenado sus cuestionarios – descartando desde luego la autoidentificación: es posible que uno se declare conflictivo, pero ¡nadie en su sano juicio se describe espontáneamente como ‘armónico y convivencial’!

En realidad las categorias se organizan en dos ejes de oposición claramente demarcados (tradicional-progresista, conflictivo-armónico), que no veo por qué no podrían solaparse: ¿es que no hay padres tradicionales y conflictivos, ni se conciben progres y armónicos?, ¿o viceversa?

Si uno acude al portal de la Fundació Jaume Bofill puede encontrar sendos archivos pdf con el texto íntegro del estudio, titulado ‘Modelos educativos familiares en Cataluña’, y con el que se ofreció a los periodistas en rueda de prensa, ceremonia con la que se inicia el proceso de inyección de ideas en el circuito de la llamada opinión pública [http://www.fbofill.cat/intra/fbofill/documents/Models_educatius_RP.pdf]. Aparte de las dudas que acabo de apuntar sobre las decisiones arbitrarias de los encuestadores, no voy a entrar a juzgar aquí la solidez sociológica del trabajo (¿quién soy yo?). Hablo de él tal como me llega a los ojos en las páginas de los medios de comunicación…

Desde prontito, vamos, desde el titular, se ve que la andanada va contra los pobres ‘progres’. Dos largos tercios del artículo se extienden sobre sus deficiencias como progenitores. Pero la idea de que los padres progres (“en gran parte profesionales, técnicos, empresarios y comerciantes que rechazan la pena de muerte, defienden el aborto y la eutanasia, la legalización de la marihuana y trabajan más fuera de casa”) delegan más que cualquier otro grupo la educación de sus hijos, deja dudas en sí misma: ¿seguro?, ¿seguro que abandonan más a sus hijos que los llamados conflictivos? Y, a fin de cuentas, delegar ¿es bueno o es malo? En fin, ¿no sería mejor que los padres conflictivos, sean quienes sean, dejasen en paz a sus hijos, no intentasen educarlos personalmente y delegasen más su educación en los profesionales de la escuela? Ya lo decía Platón: gran parte del trabajo que hace la escuela consiste precisamente en salvar a los hijos de sus padres…

En cualquier caso, una vez que la dejación de funciones educativas ha sido sancionada como negativa, lo extraño es la manera en que se caracteriza esta aparente traición al instinto primordial de la paternidad, esa degeneración: “En este grupo de familias progres ‘hay un notable desestimiento de la educación de los hijos, que se delega en la escuela, en personal auxiliar domiciliario’ o en clases particulares de refuerzo”, escribe el periodista citando a Elzo. Bueno, alguna sutileza ferlosiana debe haber respecto a la palabra ‘educación’, porque resulta que los mismos que no se conforman con la escuela obligatoria y envían a sus hijos a ‘clases de refuerzo’ incurren en grave ‘desestimiento’.

Pero, ¿y las demás categorías familiares?, ¿qué les ofrecen a sus hijos para que este grupo de sociólogos de Deusto los encuentre más comprometidos con su atención y educación? ¿Qué les darán, por ejemplo, los conflictivos a sus hijos? La verdad es que una vez acabado con el trabajo de moler el buen nombre de nuestro progre, el artículo casi ya agoniza. En breves párrafos, el periodista retrata a cada uno de sus grupos y sus métodos, y uno se pregunta qué demonios será lo que hace a los padres progres peores que el resto en la atención de sus hijos, cuando lee que los conflictivos, aparte de alguna bofetada de más, les dan “poca confianza en sí mismos.”

Según el informe, los grupos familiares que mejor parados salen en la cuestión que motivó el estudio son los tradicionales y los ‘armónicos’. ¿Qué tienen estos dos tipos para que los sociólogos se hayan hecho amigos suyos? Por su parte, los tradicionales e introvertidos tienen, literalmente, “‘los valores de siempre’, autoridad fuera y dentro de la familia.”

Esto explica su ventaja sobre los padres progres y extravertidos, esos irresponsables, quienes “Quizá son así porque estamos hablando de padres de familia que vivieron la transición y la época de prohibido prohibir. Estas familias suelen tener, añade Elzo, -escribe el periodista- ‘pocas muestras de afecto’ para con los hijos.”

Pogres-prohibido prohibir-no quieren a sus hijos. ¿Se puede ser más claro? No sé si más claro, pero sí más bestia. ¿Cómo querrán los demás a sus hijos, cómo les demostrarán su afecto? He llegado a pensar que podía tratarse de un gazapo o errata cuando he leído el método aplicado por los padres ‘armónicos y convivenciales’, esa hermosa categoría a la cual así sólo, por el nombre, ya le gustaría a uno pertenecer y que, según el artículo, tiene el mayor éxito en lo relativo a la educación de sus hijos, además de ser los que más disfrutan con sus chavales. De ellos se afirma que “Suelen ser estos padres los que más usan el castigo como correctivo.”

Me he ido al estudio original en catalán para comprobar que la transcripción de Sebastián Tobarra, el periodista que firma el artículo, es correcta. Y lo es. Eso se dice, entre otras cosas maravillosas, de estas familias ‘armónicas y convivenciales’ (son religiosos, no están a favor de la eutanasia a quien la pida, ni del aborto sin restricciones, ni están a favor de la legalización de la marihuana) en cuya casa todo es orden y concierto. En el contexto interno del estudio, el uso del castigo como ‘correctivo’ se opone al uso del castigo como represión, pero, por mucho que lo ideal sea convivencia y diálogo, en lo tocante a método ya vamos entendiendo lo que funciona: una dosis adecuada de bofetada, autoridad y castigo.

Y así será si lo dice la sociología, pero lo que a mí me preocupa es la lección que puedan sacar los chavales, teniendo en cuenta que, si no me equivoco, una gran parte de los padres progres y desafectos actuales se criaron en hogares religiosos y tradicionales en los que abundaba la bofetada, la autoridad y el castigo...

1 comentario:

  1. Creo que todo esto se origina de las teorías de Rorty, Bernstein, etc. En resumen la pugna política no es ya un debate de ideas (razón, el gran enemigo a batir, desde la inteligencia emocional hasta el puro irracionalismo de los medios), sino entre formas de ser (en la esfera del sentimiento, lo que sí se promociona hasta la saciedad, ya que es fácil de manipular).

    Por lo tanto no tiene sentido razonar que algo sea mejor o más sensato que otra cosa; tampoco hay interés por ajustarse a la realidad (bien al contrario, por reescribirla, lo mismo que la historia), de lo que se trata es de ridiculizar, desprestigiar a un tipo de persona (el progre como bien dices, típicamente Zapatero, a quien se presenta como ridículo sin más, por su aspecto físico y 'talante', sin que se debata nada sobre las soluciones a los problemas - vease multiples intentos: bambi, la filosofia de alicia...).

    En fin, no quiero enrrollarme más, pero el tema es interesante. Saludos

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