sábado, 26 de diciembre de 2009

Perros de la Patagonia

Están por todas partes, pero nadie me había hablado de ellos. Son eso omnipresente que todos ven y de lo que todos callan. Peludos, lanudos, greñudos, blancos o negros, pero siempre bien arropados – supongo que es la única manera de sobrevivir al clima. Libres, sin collar, sin dueño.
Se mueven solos o en pandillas de distintas razas y tamaños detrás de un líder. Él y sus secuaces trotan de acera en acera meneando mansamente la cola. Los de ciudad son felices en comparación con los del campo: tienen más basuras que escarbar. En el campo a lo sumo van en parejas. Son prudentes: se apartan de tu camino y te observan, se desplazan con enorme sigilo y agilidad. Nunca ladran. Tienen más miedo de ti que tú de ellos.
No puedes mirarles. Si tu mirada se cruza con la suya, entonces menean la cola con timidez, estiran las patas delanteras y te siguen, decididos a dejarse apadrinar. Si pones los ojos en ellos, deciden que eres tú quien va a saciar su hambre de comida y de afecto. Y se pegan a tus talones andando muy silenciosos, sin que te des cuenta. Cuando te vuelves y los descubres, se paran y vuelven a alzar la vista – una mirada acuosa, sumisa, nada intimidante incluso en perros grandes como osos.
Y, sin embargo, entre ellos pueden ser fieros. Se disputan a ‘su’ persona, o sea, a ti o a mí, enseñándose los dientes y gruñendo. Seres débiles contra seres débiles. Uno piensa que, todos juntos, serían un ejército formidable.
Hay algo commovedor en esos perros callejeros que pululan a la intemperie por la Patagonia, en el extremo sur del hemisferio sur, tan llenos a la vez de necesidad y de miedo a la gente. Tan humanos…

2 comentarios:

  1. Es totalmente cierto. Llevo tres semanas en Patagonia, de arriba a abajo, y en todas partes he visto perros callejeros que me han robado el corazon.

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  2. ... y encantado de que te sigan,no?

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